Quizá me equivoque pero tengo la sensación de que no hace mucho en este blog explicaba que estaba tratando de recuperar todos mis escritos que no merecen estar en mi C.V. académico pero que forman parte de mi «obra». Voy trayendo a casa las cajas en las que cargué todos los papeles que ocupaban la FUE en la calle Fortuny y acumulé en Global Box a donde acudo de vez en cuando para ir vaciando la celda en que yacen todos ellos. Ya he recuperado muchos documentos y muchos de ellos me son totalmente extraños pues no recuerdo para qué o quien los escribí y si fueron publicados o solo sirvieron para dar una charla encargada por quién sabe quien.
Tengo a esperanza de ir recordando poco a poco a qué corresponde cada documento presuntamente mío; pero de momento, salvo la excepción a la que quiero referirme hoy, nada externo, ni amigos ni recuerdos vagos me ayudan en esta tarea. Pero tengo que tener las antenas puestas pues lo que pasó el sábado noche es un ejemplo de las extrañas formas que se tiene de recuperar recuerdos a pesar de la evidente pérdida de memoria que me hiere desde hace algún tiempo. Estábamos cenando en casa de unos amigos y en medio de una conversación de la que no recuerdo nada, excepto que tenía que ver con Cataluña, cuando este amigo al que quiero referirme dijo, no se por qué, cómo le había gustado aquella expresión mía: «arrebatados por el cambio».
Sonreí y no dije nada pues, aunque me sonaba la expresión, era incapaz de recordar cuando y por qué yo la había acuñado y utilizado. Sin embargo ya de vuelta a casa tuve dificultades de coger el sueño dando vueltas a ese arrebato al que se había referido mi amigo. Por fin y con la ayuda de un somnífero quise creer que aquella frase había sido pronunciada en una conferencia en la que me vi involucrado y que impartí en algún local de Bilbao que sigo sin identificar, pero en el que, sentada en primera fila estaba Rosa Díez que, ahora creo recordar, estaba en el gobierno vasco en aquellos momentos, algo que he podido confirmar en la correspondiente entrada de Wikipedia y que me da una idea de la fecha en la que yo pude impartir aquella conferencia en la que, supuestamente, yo había pronunciado aquella frase ensalzada por mi amigo después de hace más de veinte años.
A partir de ese punto recordé que se trataba de comenzar con las actividades de la Fundación Babckock-Wilcox y que mi charla fue posteriormente publicada aunque no se donde. Supongo que por la misma Fundación. Incluso creí recordar que seguramente semejante publicación estaría en alguno de los tres volúmenes que titulé A Trancas Y Barrancas ya que éstos habrían de contener cosas que me atrevía a redactar aun estando completamente abducido por otras actividades menos intelectuales que no me permitían la quietud suficiente como para publicar en revistas técnicas.
Sin embargo en los dos volúmenes que había podido encontrar de esa trilogía no había nada de aquella época y la utilización de Internet tampoco me ayudó pues no recordaba el título de la conferencia y la Fundación que la publicó había desaparecido sin dejar rastro. El domingo fue pues un día de reflexiones tristes sobre la caducidad de la vida de uno pues no se puede aspirar a permanecer en la memoria de la gente ni siquiera en esta sociedad nuestra de la información.
Así que al día siguiente cuando escribo esta nota proseguí con mi randomizada búsqueda de cosas escritas por mi y topé con una copia de mi C.V. seguramente el último que preparé antes de que la vida me diera disgustos serios. Me lo estudié con cuidado y allí topé con una copia del tercer tomo de A Trancas y Barrancas que creí no iba poder reencontrar hasta que examinara todas las cajas almacenadas. Este tomo me sirvió para redescubrir que el título de la conferencia había sido «Innovar ¿para qué?».
Me he leído esta copia que aparece en mis viejos escritos que creía perdidos y he recuperado muchas ideas de aquellos tiempos junto con no pocas ocasiones sociales en las que utilicé esas ideas. No es cuestión de tratar de hacer un resumen de lo que dije. Es solo ocasión de repetir una pequeña parte de los comentarios finales:
Creo honestamente que todos viviríamos mejor, más dignamente, más fraternalmente, más alegremente si estuviésemos abiertos a ser arrebatados por el cambio.
De la misma forma que sospechamos que el «encontrar» picassiano ocurría en el trabajo, esta disposición a ser adoptados por el cambio no se adquiere pasivamente sino trabajando, y muy duramente, por entender las innovaciones ajenas. He aquí, por fin, mi respuesta a la pregunta de para qué innovar:para ser arrebatados por el cambio.
Aquí lo dejo de momento y hoy martes lo subo al blog.