Ayer volvimos a casa después de unos días en Londres con PO y JO completamente alejados de smart phones, tabletas o lap tops, tal como ya lo avisé en la postdata del último post, y completamente dedicados al arte y al teatro y a... la comida. Una buena despedida de estas minivacaciones parecía la visita a un restaurante misterioso de comida del Middle East en Islington, el Ottolenghi
Está tan de moda (en ciertos ambientes claro) este restaurante del chef israelí Yottam Ottolenghi que nos retrasaron la hora de una reserva hecha con casi dos semanas de antelación de modo que tomamos nuestro taxi con bastante antelación, pero aun así, llegamos tarde pues, según nos descubrió la taxista negra, había un autobús parado que no dejaba circular debido a que se acababa de cometer un crimen con arma cortante dentro de él. Finalmente, y con un desprecio total de este incidente, llegamos a la cita culinaria, pero nuestro retraso nos obligó a renunciar a la mesa para cuatro y a aceptar cuatro sitios en una mesa corrida para irritación de JO que solo recobró la sonrisa después de elegir el vino.
Pero nada pudo arruinar el placer de una comida llena de sabor y aderezada con una conversación a voz en grito sobre las virtudes de este o aquel plato y con codazos y comentarios con los comensales de al lado. Como siempre fuimos los últimos en marcharnos, pero esto es London e inmediatamente atrapamos un taxi de esos londinenses que tanto admiro por su amplitud y por su capacidad de giro.
Al poco tiempo nos encontramos, ya cerca de Trafalgar Sq., completamente parados e imposibilitados para girar a causa de una divisoria inoportuna. Un enorme camión había derribado parte de un edificio y alguna farola que imposibilitaba la circulación. Por recomendación del taxista con acento irlandés de Gallway pagamos y anduvimos hasta esa conmemoración de una derrota de España en aquella ocasión bajo el mando de algunos marinos vascos y tomamos otro taxi que ya nos llevó al hotel sin mayores complicaciones que no fueran las llamativas obras públicas que el gobierno de Cameron parece haber iniciado en honor de Frau Merkel.
Da pena dejar ese mundo abigarrado de distintos acentos o idiomas o colores de piel y renunciar a muchas cosas que hacen la vida interesante, pero hay que volver a casa aunque no fuera más que por retomar este blog que me orienta.