Bruselas salva la libertad y me da la vida

Publicado el 10/07/2018

Me he encontrado con que la última entrada ha levantado una enorme suspicacia en mucha gente que no se atreve a añadirle un comentario porque creen que estaba anunciando mi muerte, prefieren llamar alguien que me conoce y ellos también conocen para ponerse al día de mi estado de salud. En algunos casos me ha llenado de sorpresa y me parecen que esas personas no distinguen la realidad de la literatura a pesar de los muchos escritos que se centran en la cercanía de la muerte del propio autor y en la manera que tiene de enfocarla.

No se cómo actuaré yo en esas circunstancias aunque me estoy empezando a enterar a medida que con la edad mi cuerpo parece adquirir una cierta autonomía para el mal. No me produce nostalgia ni miedo; simplemente un enorme cabreo que se trasluce en mi forma de escribir en este blog o en otros muchos lugares bajo mi nombre propio o tomando el papel de «negro», cosa que ya he confesado en otras ocasiones, como, por ejemplo, esta ya vieja.

Esta figura del «negro» está claramente relacionada con el copyright, esa figura legal que tanto cabreo generó en mí cuando concentré mi atención en los derechos de propiedad en general. Y ahora resulta que no pocos autores querían reforzarla en esta época de Internet cuando parecía que ya habíamos alcanzado cierta libertad. Por eso la negativa de Bruselas a aceptar ese refuerzo me ha producido una gran alegría.