Competencia fraternal

Publicado el 05/09/2010

Hace unos meses formé parte de una mesa redonda en Valencia sobre bioética aunque, claro está, a mí solo me pidieron que hablara de ética y economía. Se lo conté aquí.

Llevando a cabo la correspondiente limpieza de papeles previa al comienzo de la temporada, me encuentro con el texto que yo había preparado pero que tuve que olvidar a la hora de intervenir quizá porque , como conté, me vi superado por los acontecimientos y tuve que improvisar. Pero en el texto inicial que ahora encuentro me topo con el comentario final al que debiera haber apuntado mi intervención.

Decía lo siguiente (a lo que añado ahora algún enlace que ya entonces tenía en la cabeza):

Me gustaría terminar afirmando que la economía no es un humanismo pero que, sin embargo, propone una forma de sostenibilidad que es para mí la única creíble. Soy de derechas porque creo que el hombre es un ángel caído y que nuestro sentido vital es tratar de redimirlo. Lo maravilloso de la solución económica a esta redención es la competencia, esto es lo que mantiene a la sociedad unida a pesar de los pesares, porque, aunque a veces no lo parezca, en el proceso competitivo siempre hay algo de fraternal, sea en el deseo de estar juntos, sea en el mero hecho de que los mercados en los que compiten son una institución fraternal en el sentido de que se crea ecolutivamente en un entorno poblacional en el que sus miembros quieren estar juntos. Si la ética fuera algo que se preocupa por esa sostenibilidad sería difícil de comprender que ambas no formaran un tándem exploratorio más allá de bonus y otras salidas de madre e incluso más allá de problemas de pobreza.

Yo terminé mi intervención remedando el slogan juvenil de Socialismo o Barbarie mediante el grito de Competencia o Barbarie. Sin embargo, el moderador terminó la sesión diciendo que la audiencia debería quedarse con esta idea expresada en forma de lema: la clave está en la competencia fraternal