El desorden creativo

Publicado el 01/07/2019

No se cómo es que he tardado tanto en enterarme, o ser consciente, de esta especie de desorden que nos inunda en todo lugar y en todo momento. Hace mucho tiempo que perdí la pista de la política española. Desde la renuncia de Rajoy, a las elecciones últimas en las que ha quedado al descubierto la heterogeneidad política en cualquier ámbito, el local, el comunitario o el estatal. Aun hoy, y a pesar del esfuerzo periodístico, soy incapaz de entender o reproducir qué partido político ha contado con más votos y en qué ámbitos territoriales. Y lo que es más importante en base a qué temas se explica esa distribución.

Pero esto podría ser aprehendido si no fuera porque los ámbitos se multiplican por todo el mundo. En América ya no basta con discernir entre la del norte y la del sur. La primera se divide ya en los USA y Canadá pues cada uno de estos Estados tiene o cree tener ideas muy distintas respecto a la inmigración. Es este último asunto el que hace bullir la central sin que desaparezca su habilidad para enredar en asuntos fiscales de cualquier persona de cualquier país del mundo. Y esto quizá o aparentemente la inmigración a la del norte, explicaría que Trump tenga una postura cerrada al respecto que parecería justificada por la finalidad de hacer a América grande o más grande todavía como ejemplo de todo lo que puede conseguir el mercado libre.

Rusia y China no han liberalizado el sistema económico, pero están mostrando que incluso sin mercado se puede crecer fuertemente. El stalinismo no es la clave de Rusia y China, parece ser, que ha sabido no olvidar a Mao aunque ha sabido asimilarlo constituyendo un país parecido a una escuela excelente. Y en base a la evolución de cada uno se han convertido en países de gran influencia en el resto del mundo de forma que, sin ellos, no se podría entender lo que ocurre en los países asiáticos especialmente los del sur. El ejemplo de Singapur es curioso como si fuera el único sitio en el que se ha aprendido de todos. E Israel no podría entenderse sin la influencia de todos los ámbitos geográficos mencionados más, naturalmente, Europa.

Europa, o mejor la Unión Europea, me parecía hasta ahora, el destino natural de gentes parecidas a mi y por las cuales merecía la pena estudiar economía. Pero todo esto puede cambiar y la Unión Europea puede desintegrarse pues no parecen casuales los problemas políticos nacientes no solo en el este sino en el seno de naciones que han sido ejemplo de mi generación. La movilidad entre sus gentes es tan grande que ya no sabemos quien nos ha enseñado qué. Quiero creer que al menos en África los países europeos tienen más generosidad que todos los demás que, sin embargo, se acercan a este continente aunque con finalidades totalmente poco generosas.

Pero este desorden no es nada si lo comparamos con el que se va creando en el seno de los muchos ámbitos que aparecen con bastante facilidad en los ya mencionados.

Texas parece que desearía independizarse, Quebec se las arregla para convivir con el resto de Canadá, Méjico sirve a los USA como frontera, Iberoamérica oscila entre extremos sociales sin llegar desde hace tiempo a iniciar guerras internas, Escocia quisiera ser como Quebec pero no le dejan, Bangkok se enfrenta al poder de China Continental, Rusia no permite ni siquiera opiniones sobre el destino de Ucrania, en África sí que hay guerras civiles, pero no perecen que sea independientes de intereses extranjeros. Y Europa ha dejado de ser el evidente y óptimo destino de la libertad.

Todo esto es cierto; pero no es todo ya que, aun dentro de cada país o lo que sea las diferencias aumentan rápidamente y por razones casi siempre correctas. Se discute por las diferencias económicas, por las brechas salariales, por el maltrato de las mujeres o mil otras cosas. A caballo de cualquiera de ellas se apelotonan en diferentes grupos con ideas divergentes que se acaban convirtiendo en partidos políticos con ganas de mandar. Y acaban haciéndolo por razones por ideas que parecían triviales pero que acaban siendo cruciales. A falta de otras cosas pensemos en el fútbol. Lo que era un deporte simpático para los recreos de un buen colegio, se ha convertido en una red de intereses financieros que incluyen las apuestas y la «compra»« de resultados por no mencionar la compraventa de los servicios de los jugadores. Y ejemplos como estos se podrían multiplicar ad infinitum

De todo esto me parece que se deriva una enseñanza, creo yo. No me parece que las diferencias hoy vayan a derivar en guerras como las del siglo XX. En la situación en la estamos enfrentamos un dilema crucial. O dejamos todo en manos de tres o cuatro poderosos o quitamos el poder a todos. En el primer caso dejaremos de ser personas realmente libres aunque quizá una cierta idea federal mantenga el orden. En el segundo caso, más que un estado federal, aparecería un confederación de estados con pactos entre ellos, y no iguales para cada dos. En el primer caso primaría la igualdad entre Estados y en el segundo habría desparecido esa igualdad y nos encontraríamos con una infinita variedad justificativa de la admiración mutua y de la justificación del turismo cultural y enriquecedor.