Justo en el primer día de la primavera meteorológica el tiempo atmosférico ha resultado completamente invernal. No es cuestión de que la temperatura haya sido maś o menos baja, sino de esos sentimientos propios de un ánimo solitario y de una sensación de abandono. Es sobretodo esto último, el abandono, lo que he sentido esta mañana camino del dentista. Nadie sabía que hoy tenía esa cita y, por lo tanto, nadie me buscaría hasta muy tarde de forma que tendría que enfrentarme yo solo a cualquier accidente que pudiera sobrevenirme.
Es un sentimiento que me ha retrotraído hasta aquel curso en LA en el que me perdía a menudo y no sabía cómo reencontrar mi apartamento más que tomando un carísimo taxi. La soledad me atacaba y acababa caminando más allá de lo razonable en la dirección geográfica adecuada, eso sí. Ese caminar traía consigo una exploración de barrios casi desconocidos y una especie de reflexión sobre cómo me sentiría yo habitando algún espacio de esa zona. La soledad sería tremenda, pensaba yo, aunque justamente ese estar fuera de todo círculo me generaba un enorme sentimiento de libertad.
Pero ese sentimiento de libertad no era algo que sirviera para perderme a menudo. Así que gran parte de mi tiempo servía para estar en mi despacho de UCLA o para caminar del campus a mi apartamento en Westwood o para conducir mi Ford Munstang hacia el mar cerca de Venice o hacia Beverlly Hills. Nunca atardecía antes de volver a Westwood y me despertaba con el sol de forma que durante meses tuve mucho tiempo para leer ensayos raros y no precisamente de Economía a pesar de que yo había sido financiado por el Ecomomics Departament de UCLA.
El poder perderme, el no tener obligaciones docentes y las nuevas lecturas fueron construyendo para siempre un nuevo JU influido por Nietzsche a través de la famosa pseudobiografía de su hermana. Nunca he vuelto a ser igual que antes de esta visita a LA. Desde entonces persigo sobretodo mi libertad total y el deseo de reconocer y trabajar mi personalidad propia. En la medida que lo he conseguido, mis larguísimos paseos o mis casi intencionados despistes ciudadanos no ocurren como en aquellos años pues ya se que si algo me pasara camino del dentista o de un nuevo barrio de Madrid estoy rodeado de mi gente que cuida de mi sin inmiscuirse en mi vida y respetando mi total libertad.