Hace ya unos días recorté un artículo de Gideon Rachman en el FT que llevaba el amenazante títitulo de Sweep economists off their thron. Lo leí y pensé con cierta aprensión en la posibilidad de la que este columnista nos hablaba. Pensé así mismo que era el momento de integrar en el razonamiento una magnífica entrevista a Tom Sargent que defiende la vigencia del pensamiento macroeconómico moderno y también algunas ideas sobre el posible desplazamiento de planteamiento, desde la óptica de asignación de recursos y eficiencia hacia la coordinación de actividades, ejemplificado por la econofísica entendiendo por tal ideas de complejidad computacional que han desembocado en lo de lo que se ha dado en llamar Computational Economics que, a su vez, incluiría los famosos, pero todavía solo para minorías, modelos de agentes heterogéneos.
Rachman, apoyándose en otro trabajo periodístico de Nial Ferguson, compara la Macroeconomía (nada de lo que él dice o yo vaya o decir tiene nada que ver con la Microeconomía más que incidentalmente) con la Historia y merece un comentario. La Economía sufriría de “envidia de la física” y de su capacidad de descubrir leyes generales testables empíricamente. Esa envidia le habría llevado a la pretensión de practicar con rigor el método científico de forma que podría muy bien ser considerada la reina de las ciencias sociales y los economistas desarrollaría una especie de vanidad cortesana. Frente a esta pomposidad la Historia se contentaría con ser el pepito grillo de los descubrimientos de las ciencias sociales apuntando a pequeñas fisuras en los razonamientos o a los supuestos hechos que aparentemente darían la razón a la Economía. Rachamn sugiere que la Economía abandone su trono y comience a caminar humildemente por el camino que transitan las otras ciencias sociales sin pretensiones de cientifismo y aspirando a no más que a una cierta sabiduría poco definible.
Más adelante veremos y examinaremos la opinión de Tom Sargent en lo que respecta al largo camino recorrido por la Macroeconomía Moderna; pero ahora me gustaría dejar constancia de la enorme importancia que Axel Leijonhuvfud (AL) atribuía a la Historia Económica. Como conocí bien a Axel en aquellos años juveniles y siempre le he considerado como lo más cercano a un mentor que yo he llegado a tener, me interesa quese conozca de esa faceta de AL. A su vez , la importancia que AL atribuía a la Historia Económica en el aprendizaje correcto de lo que la Economía debiera ser ha sido resaltada por Velupillai y Vaz en el homenaje a AL quien fue el primer director del centro de Computational Economics de UCLA, posiblemente el primero del mundo. La metodología implícita en la forma de trabajar de AL podría entenderse como lakatosiana con un énfasis especial en la heurística positiva de un programa de investigación que pretende examinar la dinámica de un sistema complejo en desequilibrio en el que se desencadenan unas reacciones que ponen en juego su funcionamiento estable y en el que los episodios de historia económica sirven como animadores de la batalla épica por el conocimiento. La idea del pasillo neoclásico que discutí con Al allí por el verano de 1974 y que tantas veces he utilizado en mi trabajo desde que empezó la crisis, así como las concomitantes effective demand failures ,son un ejemplo de la heurística positiva de ese programa de investigación . Yo diría que esta metodología alternativa y su heurística positiva llevan a que la Historia y la Economía se asemejen en su deseo de escribir historias o narraciones atractivas y provocadoras que hacen avanzar el pensamiento.
Sobre este avance merece la pena escuchar a Thomas Sargent (TS) en una entrevista que recomendaba, quizá hace una semana larga, J.Fdz .Villaverde en Nada es Gratis.TS es un inteligentísimo defensor del programa de investigación convencional y un gran economista (como he tenido ocasión de comprobar yo mismo, alguna vez directamente y otras veces través de sus estudiantes) que comienza su andadura más conocida en aquella época gloriosa en la que en Minneapolis se concentraba una densidad notable de inteligencia alrededor de la construcción de esa revolución de las expectativas racionales que está en el origen de la Macroeconomia Moderna y que se había iniciado bajo la influencia de Lucas en la vecina Universidad de Chicago. No conozco a nadie que haya hecho más que TS por llevar a su límite las ideas de Lucas sobre la necesidad metodológica de considerar a las expectativas como no sistemáticamente diferentes de los hechos y, sobre todo, en la formulación de ideas macroestadísticas para hacer practicables esas ideas en el océano de datos que el sistema va generando. ¿Será capaz de convencernos de que no hay que abandonar el programa de investigación convencional desde los años 70? Si él no lo consigue nadie lo conseguirá.
Comienza la entrevista con las ya tópicas preguntas sobre el fracaso de la Macro ante la crisis, su imposibilidad de predecirla, la confianza excesiva en la racionalidad de las expectativas o en la hipótesis de la eficiencia de los mercados, etc. Sargent da cuenta de todas ellas con cierta elegancia y bastante rudeza respecto a algún economista en concreto, pero en general diríamos que sus respuestas son una muestra de lo que es la heurística negativa de un programa de investigación que trata de salvar su corazón mediante un cinturón protector que aquí consiste en enumerar las discusiones que sí que ha habido y hay sobre todas esas preguntas capciosas y que, en su opinión, no son suficientes para abandonar un camino que él cree fructífero.
Sus respuestas sobre la naturaleza de la crisis financiera son estupendas piezas de retórica propia de la defensa de un programa, pero, a la postre, apuntan a algo interesante que me interesa destacar. La parte retórica consiste en limitarse a considerar la crisis bancaria propiamente dicha y comparar dos respuestas posibles a la existencia del seguro de depósitos bancarios. Para Diamond and Dybvig es algo bueno para una situación en la que los bancos son solo lo que se supone que son puesto que su existencia reparte riesgos y ayuda a la innovación -digo yo- y por lo tanto merece la pena minimizar la probabilidad de los pánicos bancaros lo que se consigue mediante ese seguro de depósitos. Ahora bien, cuando un banco va más allá de su función tradicional de transformar plazos y se enreda en operaciones complicadas relacionadas con la titularización sobresale el aspecto der moral hazard (destacado por Kareken y Wallace)que les lleva, en presencia del seguro de depósitos, a tomar demasiado riesgo de forma que cuando esta actividad se lleva cabo sistemáticamente nos deja en una situación con enorme peligro explosivo.
De acuerdo, sabemos que los economistas eran conscientes de los peligros y dificultades concretas que un sistema económico-financiero moderno puede confrontar. Como también sabemos lo que TS nos recuerda en la tercera parte de la entrevista, que no todos los economista estaban de acuerdo sobre los efectos cuantitativos de los programas de estímulo y que desde luego hay modelos serios que sirven para calcular ese efecto, que no son todos unánimes y que es probable que si se hubiera n tomado en serio no se hubiera actuado con la decisión que se hizo a no ser , claro, por motivos políticos de los que él se confiesa ignorante. A mi juicio se trata de una defensa pobre que devalúa sus respuestas pues parecen dictadas en buen parte por una ideología a priori. Pero como aquí no estamos interesados en estas cuestiones concretas, sino sobre la heurística negativa del programa de investigación convencional pasemos a otros capítulos de la entrevista más reveladores.
El último capítulo de esa entrevista que voy a examinar aquí es el relativo a la persistencia del desempleo en Europa y, comenzando con la crisis, en los USA. Aquí Sargent concede o casi que algo como la Economía Computacional es un programa de investigación que merece la pena. Veámoslo. Apoyándose en un artículo conjunto con Lars Ljunqvist nos hace ver de manera muy inteligente que la persistencia del desempleo en un contexto de un modelo de expectativas racionales se debe al juego entre las turbulencias del mercado de trabajo y la formación del capital humano que se deteriora mucho fuera del empleo. Dice: In the context of several rational expectations models with human capital dynamics and labor market frictions that impede the ability of displaced workers to find new jobs, we have found that an increase in economic turbulence generates persistently high unemployment when combined with a generous welfare system.
Es justamente esa declaración la que hace ver que esa heurística defensiva se convierte inadvertidamente en un posible argumento del programa de investigación alternativo que al comienzo de esta post he asociado a la Econofísica o a los modelos de Economía Computable o, añado ahora, al estudio general de las dinámicas sociales al que estamos bien acostumbrados en otros contextos. Las presencia de instituciones y la relación dinámica entre esas instituciones y los cambios microeconómicos estructurales como, por ejemplo, la volatilidad de los salarios (con la incertidumbre que eso genera) y las especificidades de la formación y deterioro del capital humano, conforman un escenario propicio para comenzar a preguntarse si ese programa de investigación propio de la Macroeconomía Moderna no podría aprender de uno nuevo más orientado a la coordinación y sus dificultades como el que representó en su día AL y, completamente aislado, representa hoy Velupillai.
Mi conclusión a la vista de que esos programas distintos no lo son tanto pues ambos cuentan historias, con instrumentos diferentes a veces, similares otra, pero con vocación de convertirse en modelos econométricos testables siempre, deberíamos quizá pensar que hay una oportunidad de conservar el trono. Para ello, como diría Lampedusa, es conveniente que todo cambie. Sí, así es, pero eso no quiere decir que hay que echar por la borda todo lo construido. Nada debe tirarse, hay que conservar las cosas. De lo contrario puede ocurrirnos como con la metodología de AL, que se olvido poco a poco por la fuerte dependencia del recorrido y hemos perdido años que ahora debemos recuperar. Que todo cambie, pero no para que nada cambie. Algo debe cambiar.