Famélicos gatos de posguerra
Untarles la cola de un combustible cualquiera y pegarles fuego era una diversión de niños de posguerra en vacaciones prepetrada sobre gatos famélicos recién escapados de la cazuela de sus dueños. A pesar de estar ya medio muertos de la misma hambre que nos envilecía a nosotros o a sus dueños, se resistían a morir del todo y todavía recuerdo aterrado sus maullidos de agonía. Luego, m ás tarde y mejor alimentado, entendí que que los gatos tienen un sistema nervioso central que les otorga el privilegio de sufrir.
Untarles la cola de un combustible cualquiera y pegarles fuego era una diversión de niños de posguerra en vacaciones prepetrada sobre gatos famélicos recién escapados de la cazuela de sus dueños. A pesar de estar ya medio muertos de la misma hambre que nos envilecía a nosotros o a sus dueños, se resistían a morir del todo y todavía recuerdo aterrado sus maullidos de agonía. Luego, m ás tarde y mejor alimentado, entendí que que los gatos tienen un sistema nervioso central que les otorga el privilegio de sufrir. También aprendí que lo único prohibido es la crueldad.
La indigente del cajero de Barcelona tenía un sistema nervioso central y sufrió la crueldad de jóvenes ahitos. Ellos hicieron lo único que no est á permitido y, aunque no lo dicen los periódicos, no lo reseñan los noticieros ni lo reflejan las c ámaras en circuito cerrado, los gritos de dolor y miedo de la mendiga perseguir án a estos tres jóvenes, penalmente responsables o no,todos los años de su vida.
O no. Quiz á los indigentes de hoy, como los habitantes de Africa, o como los dueños de la carne acumulada en Abu Graib en montones preparados para rellenar un Kebab, son prescindibles, sobran. Como los gatos de posguerra o los meninos da rua. Como tú y como yo.