Se habla sin parar de cambio de paradigmas, en la educación por ejemplo. Empecemos por el pricipio:
Un paradigma es un conjunto de reglas que "rigen" una determinada disciplina. Están "reglas" se asumen normalmente como "verdades incuestionables", porque son "tan evidentes" que se tornan transparentes para los que están inmersos en ellas. Como el aire para las personas o el agua para el pez.
Y ese aire en cuya existencia no reparamos, ese paradigama, parece que en ocasiones cambia especialmene, diría uno, en estos últimos tiempos posmodernos:
Lo que se vive hoy son permanentes "cambios paradigmáticos", en la educación, la economía, los negocios, las empresas, la política. Es decir un permanente cambio de las reglas. Los que se anticipan a los cambios son los innovadores, aquellos que empiezan cuestionando los paradigmas.
En este contexto se inscribe facilmente la petición de un amigo de que discutiéramos en nuestra reunión mensual de economía lo que él llamaba la lucha de paradigmas en macroeconomía. Podríamos empezar por la aparente (o real) convergencia de las escuelas a la que se refiere Samuel Bentolila. Es fácil aceptar su descripción de las escuelas, pero no sabemos muy bien si éstas representan verdaderos paradigmas.
A mi juicio las escuelas que menciona conforman un único paradigma pues todo el mundo respira funciones agregadas más o menos microfundadas, expectativas racionales y posibles rigideces de precios. ¿Hay hoy, frente a este paradigma otro u otros alternativos? No me parece a mí y, sin embargo, frente a la crisis se oyen voces que pretenden apelar a los economistas para que traten de construir uno nuevo que mejore el desempeño del actual.
Esto es quizá lo que pide mi amigo. Y ante su petición poco tengo que ofrecer que sea aceptable por los profesionales de la macroeconomía. Y sin embargo en el trabajo de la macroeconomía del desequilibrio, hoy semiaceptada en los modelos de los bancos centrales aunque a regañadientes, mostrando así la falta de comprensión de su mensaje, éste era nada menos que lo que importa no es la eficiencia sino la coordinación. Es esa coordinación la que falla fuera del llamado pasillo o corredor neoclásico y falla por problemas de información. Su pobre calidad puede dar origen a fenómenos de rebaño que dificultan el funcionamiento de las fuerzas que, en el mercado, empujan hacia la coordinación y al equilibrio. Esa visión sí puede dar origen a un nuevo paradigma que ponga énfasis en teoría de redes o en modelos de agentes heterogéneos que sujetos a unas reglas de comportamiento no necesariamente irracionales acaben generando consecuencias indeseadas como, por ejemplo en el modelo de segregación de Schelling. Esto junto con resultados de behavioral economics y a experiemtos que ponen en duda la interpretación común de la racionalidad puede acercarnos a un paradigma que trate al sistema económico como un sistema físico.
Pero este posible nuevo paradigama dejaría fuera la cuestión del por qué, a pesar de su relativamente escaso éxito, esta ahí se quiera o no se quiera. Esto debería llevarnos a preguntarnos que ha pasado con el paradigma marxista que en todo veía la lucha de clases y la explotación. Vive en los suburbios del sistema, en donde sobreviven revistas como La New Left Review o, entre nosotros, Mientrastanto o Sin Permiso y pasa despercibido en una reseña anónima del último libro de Glyn a la que me refería hace poco. Y, sin embargo, yo le veo una conexión clara con el emergente paradigma físico.