A principios de curso del 2003, cuando todavía no contaba con un blog, pergeñé el siguiente artículo que ahora me parece oportuno publicar en el blog debido a la concesión del premio Nobel de ayer lunes. Pone énfasis en la intensidad de la búsqueda de empleo y trata de salir al paso de la recomendación de rebajar el subsidio de desempleo, una sugerencia que destacan todos los artículos que hoy he leído relativos al trabajo de los laureados. A principios del curso del 2003-2004, pensaba lo que sigue a continuación.
La mayoría de los diarios, y especialmente los económicos, se han hechos eco de los datos del INEM que muestran que el paro registrado ha subido en términos anuales un 1,6% y que las vacantes registradas, en los mismos términos anuales, han aumentado un 13%. Hay hoy en España 1.573.495 parados registrados (otra cosa es la EPA- Encuesta de Población Activa- pero no me voy a preocupar de estas distinciones hoy) y 152.000 vacantes sin cubrir. El Editorial de Expansion del 2 de septiembre ( La Paradoja liberal en España) y el artículo de Juan Francisco Gimeno (Desajustes entre oferta y demanda de trabajo) en la misma publicación del día 3 se refieren a estos datos y los explican de manera correcta y convencional que sin embargo me plantea una duda y una crítica que quisiera explicitar y elaborar brevemente.
El artículo de firma es naturalmente más completo, distingue el desempleo friccional del estructural y entre las causas de este último menciona un posible salario de reserva demasiado alto, cosas ambas a las que no se refiere el Editorial mencionado. Por lo demás, ambas explicaciones son igualmente convencionales y, antes de entrar en mi duda, les voy a resumir en mis propias palabras y quizá añadiendo algo también convencional.
La primera causa obvia del desajuste estructural es la falta de movilidad geográfica ya que las vacantes y los desempleados pueden estar en distintas CC.AA. y el INEM esta centralizado, defecto estructural éste endurecido por el problema del acceso a la vivienda especialmente entre los jóvenes.
La segunda causa radicaría en la inadecuación de las habilidades de los desempleados a las requeridas para los puestos vacantes, algo totalmente natural pero que podría ser paliado por los programas de formación y que, en cualquier caso debería ser tenido en cuenta por una verdadera política de inmigración cuando la haya.
En tercer y último lugar parecía que el decretazo (origen de una huelga general -cuasioficialmente inexistente- y totalmente desmontado por Zaplana), o mejor dicho, el hecho de que no se tuviera el coraje político de poner en práctica el endurecimiento en las condiciones para la percepción del subsidio de desempleo que dicho decretazo contemplaba, desincentivando así la intensidad de la búsqueda de empleo, algo debe tener que ver en el aumento inusitado de las vacantes.
Pues bien esta tercera posible causa convencional del desempleo asociada a la búsqueda de empleo me suscita un comentario crítico y una duda que ahora paso a comentar. Comenzando por el comentario diré que no entiendo bien que se califique de indolente la actitud de un trabajador que prefiere no trabajar a trabajar a un ingreso nominal aproximadamente igual, como si estuviera disfrutando de unas vacaciones pagadas. Es como calificar de miserable la actividad de un empresario que ajusta sus costes hasta donde le permite el mercado y la legislación vigente a fin de maximizar sus beneficios. En ambos casos topamos con la racionalidad propia del homo oeconomicus que, como sabemos al menos desde Adam Smith, está en el origen de la forma de creación de riqueza propia del capitalismo.
Lo que parece indolencia puede ser cálculo racional. Otra cosa es que, dada esta racionalidad, deseemos diseñar incentivos para que la búsqueda de empleo sea más intensa y la duración media del desempleo más corta. Si este es el deseo - y hay buenas razones para pensar que este deseo es pío- ¿por qué no reducir el subsidio de desempleo? Esto es lo que pretendía el decretazo al endurecer las condiciones para hacerse acreedor a él y esto es lo que se le ocurriría a botepronto a cualquier economista.
Sin embargo no me parece obvio que esta idea sea el final de la historia y me entran dudas de si a efectos de incentivar la búsqueda de empleo no sería mejor sex-up las vacaciones pagadas de mañana (cuando me echen del nuevo puesto de trabajo) que sex-down las que se están disfrutando hoy. Aunque esta duda no es muy corriente, la he encontrado mejor expresada en un trabajo de Vicente Urnieta en la Red:
En lugar de imaginarnos un trabajador desempleado tomando una decisión puntual de aceptar o no una vacante que se le ofrece, imaginémosle al principio de su vida laboral sabiendo que ésta, en los próximos cincuenta años, va a consistir en un continuo pasar del empleo al desempleo y vuelta al empleo. En esta situación podemos pensar que la aceptación de una vacante no es sino la condición necesaria para poder acceder al seguro o subsidio de desempleo, o equivalentemente, el ticket de entrada al club de los desempleados. Cuanto menor sea el subsidio o seguro, y contrariamente a la sabiduría convencional, menos incentivos tendré a pagar el ticket de entrada al club de los desempleados; es decir, menos dispuesto estaré a aceptar el empleo que se me ofrece.
Como a principios de curso uno llega con ánimo polémico, además de explicitar mi comentario crítico y de elaborar mi duda sobre la incentivación de la búsqueda de empleo, termino con una llamada a la agitación expresada en términos incomprensibles pero que, como decía Vicente Urnieta, caben en una pancarta: ¡Sex-up las vacaciones pagadas!