Últimamente he pretextado una u otra razón para justificar la ausencia de posts durante más de una semana. En esta ocasión no lo he podido hacer pues no existía una razón suficiente. Lo que ha ocurrido es que me he enterrado entre mis viejos papeles que, almacenados en un negocio ad-hoc de Arganda (Global Box), he ido recogiendo, no tanto para evitar el pago mensual del enorme armario que los contiene, sino para ir expurgando el contenido, echando a la basura lo que no merece ser guardado y almacenando en casa lo que todavía pienso que tiene algún valor.
No lo recordaba, pero me he topado con un curriculum vitae no puramente académico sino casi totalmente exhaustivo que contiene prácticamente todos los trabajos que he escrito en mi vida, bien fueran para publicar en revistas de muy diferentes categorías o bien estuvieran destinados a ser olvidados en ese momento. Lo curioso es que, si bien entre las revistas no hay casi ninguna que me haya costado identificar, entre los trabajos destinados a ser olvidados hay bastantes que realmente han sido olvidados en su contenido o en cuanto a la ocasión para la que fueron compuestos.
Releer este material lleva tiempo y mucha reflexión sobre el sentido que para mí tenía la vida en uno u otro momento. Pero identificar el momento del que se trata, más allá de la fecha, tampoco es tarea fácil y hubiera sido imposible sin la ayuda de algunos libros que guardo en mi casa y que contienen a veces trabajos de la misma época del artículo misterioso que no recuerdo por qué o para qué escribí. Se trata de una tarea hercúlea que no se si tiene mucho sentido o se trata de puro narcisismo.
Creo que posiblemente hubiera empezado a realizar este trabajo, pero también pienso que no lo hubiera terminado y habría acabado quemando todo el material, si no fuera por la mera curiosidad de lo que hay dentro de la docena de cajas que todavía almaceno y, sobre todo, por dos razones muy distintas entre sí. La primera y más importante es la ayuda de un muy buen amigo que me apoyó mucho en los últimos veinte años y hoy me incita a retomar el orden que él cree recordar en mi trabajo y que muy a menudo recuerda mejor que yo. Y que además me suele acompañar al almacén a Arganda los domingos que ambos podemos y que endulzamos con estupendos churros, mucho mejores que los que uno encuentra en Madrid capital.
La segunda razón por la que además he decidido continuar con la tarea es los recuerdos que ayer me trajo la nueva película sobre Lou Andreas-Salomé en la que recordé cómo después de años y años de un escribir también memorialista, se siente obligada a quemar muchos de los papeles caligrafiados que acumula en Gotinga con la subida al poder de los nazis. Entre mis papeles solo he encontrado alguno raro que me gustaría que no fuera recordado, pero lo voy a conservar como un homenaje a la libertad de pensamiento y a la ya muy escasa capacidad de venganza del poder en nuestros días.
Y para terminar solo quiero recordar lo que dije de mí en mi despedida de la Universidad Carlos III y que hoy vuelve a mi inesperadamente como una buena descripción que quien soy:
Espero que, a partir de ahora,consiga reunificar las facetas dispersas de mi personalidad: vasco en Madrid,profesor amable o quizá flojo, investigador con poca paciencia para los detalles, político breve y aficionado, banquero por casualidad, mecenas sin dinero...
Y ¿esto para qué? pues, usando otra frase recién reencontrada, para contar la búsqueda de la dulzura de una vida sin meta