Uso la txapela a menudo para significar en Madrid que soy vasco; pero la usa mucha gente. La mía naturalmente tiene rabito y cuando me la pongo lo hago inclinada a la izquierda y nunca a la derecha.
En cierta manera eso me identifica como un verdadero Vasco y en ciertos lugares como un claro Kontraren-Kontra esa figura de la que escribía el otro día hablando de tres escritores que llevaba la contraria por naturaleza. Esto es muy importante en Bilbao por ejemplo especialmente cuando te colocas con la chapela puesta en esa esquina de las siete calles para ver desde ese único punto de la parte vieja que se divisa la iglesia de la virgen de Begoña, un punto muy visitado por turistas bien informados.
La discusión simpática en Madrid sobre esa última cuestión de la boina vasca nunca llega a ningún sitio por lo que quizá sea necesario asociar la características de la boina vasca con la naturaleza de los vascos a fin de hablar en serio de esa naturaleza. Yo lo soy y por ello mi uso de la txapela pueda apoyar esa búsqueda de la naturaleza verdadera de nosotros. Jamás he usado una txapela sin rabo y jamás la llevo inclinada hacia la derecha. Como vasco tengo interiorizada la naturaleza sexual de los vascos y también que somos zurdos en el origen y que esa naturaleza se revela a veces en la inclinación a la izquierda mencionada en el origen, otro signo más que nos identifica. Por lo tanto sugiero que no insistamos en la necesidad del rabo por la forma de fabricación de esta especie de sombrero o gorrito ni tratemos de explicar la resistencia a abandonar esa inclinación por parte de unos pocos como una excepción a la inclinación a la derecha por parte de la mayoría como una costumbre adquirida a través de la imitación de esa población que a través de los siglos ha ido llegando desde otras partes de España.
Yo les ofreceré dentro de poco, espero, una explicación mucho más seria.