Asistía el sábado a una boda católica y, entre las oraciones, escuché a Mateo 5,13-16 sobre la sal del mudo y la luz del mundo. Y la misma idea está en Lucas. Ambos textos, completados, se pueden encontrar aquí. En ambos se añade a lo que ese día escuché el siguente complemento:
Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.
Ambos incisos me transportan a la idea de transparencia llevada al límite. Una vez más la mano del hombre sirve para ejecutar los planes del dios de los cristianos, en este caso a través de la tecnología. Ya es imposible que algo permanezca oculto y, lo que se llama vida privada o intimidad también puede formar parte de esos planes divinos siempre que quede degustada en todo su sabor (malo o bueno) y sea desvelada en toda su claridad cegadora.