Por una Europa laica
Giscard d'Estaing, presidente de la Convención europea encargada de redactar una especie de constitución para Europa que acomode a los viejos socios y a los recién llegados, coqueteó hace meses con dos propuestas complementarias, la de dificultar la entrada de un país mayoritariamente musulmán como Turquía y la de explicitar en esa futura constitución las raíces cristianas de Europa. De un solo tiro mataba el bello pájaro del Estado laico y el amenazante pájaro del Islamismo: un intercambio que no me gusta nada porque aprecio demasiado la separación radical del Estado y de la Iglesia (cualquier Iglesia, cualquier conjunto de ellas) y no acabo de creerme la amenaza del Islam. Por otro lado los de la cáscara amarga cuentan en voz baja que el Papa en su reciente visita a España absolvió al presidente Aznar de su pecado de ira incontrolada, que le arrastró al belicismo repudiado por el Vaticano, y le impuso como penitencia que trabaje (un término que Aznar maneja en su acepción recién importada por él y Ana Palacio y que significa más bien gestionar) en favor de la incorporación de la mención explícita del cristianismo como seña de identidad europea.