A mi edad y ya retirado de todo, me gustaría volver a vivir en Bilbao, esta vez en las Siete Calles, y contar con un bonito caserío en Donibane en el que desaparecer de tanto en tanto; pero esposa, hijos y nietos me retienen aquí, en Madrid. Voy a dejar volar mi imaginación y dejarme llevar por ella en mis paseos diarios convertidos en una labor de búsqueda sistemática de un lugar en el que este viejo no tuviera que andar mucho a fin de adquirir las pequeñeces cotidianas.
Pero ¿cómo orientar el correspondiente sistema? Hasta ahora me forzaba a mi mismo a escudriñar los semisótanos a casi nivel de acera y bien protegidos por barras de hierro con la única condición de que la correspondiente acera fuera ancha. Acabo de descubrir en este invierno soleado que ahora me importa más la salida o la caída del sol a fin de disfrutar de la luz al despertar por la mañana o al al atardecer cuando ya caen los ojos pero se necesita la sensación de calorcito.
No es fácil encontrar barrios en los que ambas condiciones se cumplan simultáneamente; pero hay uno que está muy cerca de satisfacerlas con amplitud. Se trata del Iparralde madrileño que yo ya sé donde está. En Castellana, 112 está AESA todo un edificio enorme que se rodea por Joaquín Costa, Balbina Valverde y el barrio de Iparralde.
En ese punto todas las necesidades y caprichos son alcanzables en muy poco tiempo y alcanzables sin cuestas u otros impedimentos; pero sobre todo tiene un torreón precioso que corona el edificio en la esquina de Castellana y Costa. Es posible que tenga más de un piso; pero entiendo que yo podría habitar en él, durmiendo en el menos alto, trabajando en el siguiente y recibiendo en el último. La luz solar sería siempre muy generosa y el frío no se notaría demasiado.
Ya estuviera trabajando, durmiendo o reunido con amigos, las vistas serían siempre preciosas y yo disfrutaría sobretodo de la envidia de mis conocidos. Y ¿en caso de un bombardeo?. En una situación así las persianas permanecerían cerradas durante la jornada laboral o social y solo serían levantadas por la noche y con todas las luces encendidas, en la esperanza de atraer las bombas enemigas mientras yo dormiría en un tiendita de campaña desplegada en el jardincito accesible desde Joaquín Costa.