Y los años fueron pasando I, Dispersión

Publicado el 11/02/2022

El infarto cambió mi vida. No se muy bien cómo, pero no se podrá escribir mi obra póstuma sin hacerme una idea de ese cambio desde el 2011 hasta la siguiente estancia en el hospital hace unos cuatro años. Se había acabado ya el psicoanálisis, la FUE se fue convirtiendo en la sede de unas tertulias interesantes pero no obligatorias y la Carlos III ya no representaba nada para mi aunque seguía asistiendo, a invitación del Rector, a los actos obligados del curso correspondiente.

El infarto, en efecto, significó un «ya está» con interpretación ambigua pues, por un lado, el ataque al corazón significaba el final de una vida que, con cierta continuidad, yo había construído no sin ambición; pero, por otro lado, visto unos cuantos años más tarde,no me parece ese el punto de partida de una vida nueva en la que nunca había soñado.

Un buen amigo con el que comparto una conversación abstracta propia de universitarios, lleva tiempo haciéndome ver que la vida académica a un lado y al otro de Atlántico, bien conocida por ambos, tiene una diferencia fundamental, En los EEUU los amigos pertenecen siempre (o casi) al mundo de la universidad de forma que su relación se concentra en el trabajo que les sostiene en esa institución sin permitirse nunca (o casi nunca) la versatilidad, de manera que la confrontación de ideas pertenecientes a mundos distintos es el soporte de la amistad entre personas que así enriquecen su vida a este lado del Atlántico.

Esta vieja constatación ha vuelto a mi mente en este último período de mi vida madrileña iluminando así todos los acontecimientos recientes en mundos muy distintos unos de otros y que van desde el del pasado a la americana hasta el que ahora se me va apareciendo y que se va perfilando hasta componer ya una dispersión acusada y rica. En consecuencia empieza a serme muy difícil la pertenencia a un tipo de vida caracterizada como un granel selecto . No puedo denominarlo granel porque, desde que he abandonado la universidad, ni practico (ni simulo hacerlo) esa ciencia que daba forma a mi conversación y porque lo selecto solo cabe en un mundo como ese granel que no he sabido construir todavía fuera de la universidad.

La dispersión por mi parte comenzó inmediatamente después del infarto, durante el período de recuperación pues entonces hubo muchas personas que preguntaban por mi y se acercaban a saludarme. Muchas provenían del mundo de la universidad; pero muchas otras eran conocidas mías a través de una u otra institución en la que colaborábamos por el gusto de compartir un gusto artístico, ya fuera como visitantes de galerías, ya como perseguidores de piezas a atesorar dentro de un límite.