Nunca me gustó el libro de San Josemaría y, sin embargo, justo hasta ayer creí que algo me decía Macahado con el consabido "no hay camino, se hace camino al andar..". Pero la cercanía de la muerte, primero ajena e inmediatamente propia, por algún vericueto cerebral o trauma psicológico ha hecho que ya no me interese nada el camino, que solo me interese el destino, el final del camino, el lugar a a donde me encamino. O, mejor dicho, me encaminan.