En mi dejadez propia de la edad se me plantean problemas con los gemelos y los jerseys pero no así con las corbatas. Estas, en efecto, funcionan autónomamente y se han ido descolgando del cuello sin que yo lo notara o pudiera hacer nada para evitarlo. Otra cosa son los jersys y los gemelos o mancuernas como los llaman en Colombia. Tengo unos preciosos que, sin embargo, han sido deformados por el calor de la lavadora de forma que cuando los uso me aprietan las muñecas hasta causarme dolor. Por lo tanto lo que hago es no ponérmelos y recoger el doble puño de las camisas con el puño simple de los jerseys doblado, so sí, para que la trampa no se note tanto. Pero ahora llega el problema serio de verdad pues los jerseys están carcomidos por la polilla y muestran unos agujeros realmente notables. Es cierto que no ocurre esto con todos los jerseys; pero no lo es menos que no cualquier jersey entona con cualquier camisa. Y así he llegado a un extremo en el que no tengo más remedio que pactar con las polillas. Les voy a ofrecer que se coman del todo los ya agujereados y respeten los jerseys que todavía no han degustado. Me parece un trato justo; pero me temo que no van a ceptar pues, según me ha dicho mi polilla espía, lo que les deleita es la novedad y el capricho. ¡Para que les voy a hablar ya de tomates en los calcetines u otros nefastos efectos de esta crisis!