Publicado el 14 de marzo de 2009
Fue hace tres días; pero todavía no me he podido recuperar. La Odisea fue como un crucero de placer por las islas griegas y, comparado con el mío, el día de Bloom un aburrido domingo de invierno. No, no empecé entonando un intriobo ad altare Dei ni me afeité con navaja recién afilada sobre una correa; pero la ceremonia de afeitarme, tomar las pastillas y mirarme la tensión arterial esperando a que el agua se caliente para poder ducharme, me resulta cada día más exasperante sobre todo sabiendo que el desayuno que me espra es solo fruta y leche como si estuviera en un campamento beduino.