La Ministra de cultura se descuelga hoy en El País con un artículo llamando a la paz entre creadores e internautas alegando que, en realidad, sus intereses están alineados y que el adversario (el enemigo vaya) es otro. Es un artículo sintácticamente correcto y hasta bello e informativo, pero la aparente buena voluntad se deshace en desinformación aunque curiosamente contiene algún lapsus revelador.
La Ministra no entra en el fondo del asunto que es, ni más ni menos, si los derechos de autor y/o los derechos de copia son adecuados para fomentar la creación cultural y da como cierta la que era la opinión generalizada de los economistas ...hace más de veinte años: que la única forma de fomentar la creación y al tiempo ponerla a disposición del público es establecer un monopolio temporal que prohíbe naturalmente no solo el plagio descarado, sino también la copia no autorizada. Esta es la cuestión que la revolución de las TIC nos plantea, no tanto si la SGAE se pasa o si se pueden cerrar webs sin permiso judicial. Estas cuestiones pueden ser arregladas con el derecho en la mano, pero la cuestión principal no, exige una renovación intelectual para la que ya hay multitud de estudios, pero que no quiere ser enfrentada.
Lo que estos estudios nuevos nos dicen es que si elimináramos el copyright la producción cultural no disminuiría pues no por esa eliminación dejan de ganar los autores (como los productores de queso o los criadores de ovejas) sino que se produciría una redistribución entre los creadores que además serían más numerosos. Disminuiría el número de grandes estrellas y aumentaría el de creadores corrientes y no tan fulgurantes. A mí ya me va bien y no creo que las grandes figuras sufran mucho por lo que dejan de ganar.
La razón de este resultado es que el incentivo a crear es mayor cuando no te protege la Ley tu creación de antaño. Es por la piratería que Cervantes tuvo que escribir la segunda parte del Quijote tal como cuenta la Ministra en su lapsus al que antes me refería. La piratería sería pues innovadora y, tal como ya observamos, impulsaría un modelo de negocio distinto en el que algunos creadores quedarían desplazados lo mismo que cualquier empresario cuando su producto deja de ser demandado.
A la vista de este resultado y otros similares resulta que sí que los creadores y los internautas son enemigos o al menos adversarios por mucho que queramos suavizar el enfrentamiento. Pero la Ministra nos dice que el adversario es otro ente misterioso que no cita. Si ustedes quieren saber quien es acudan esta tarde a la presentación del último título de la Bibioteca de las Indias que se anuncia aquí al lado.