Segundo Decenio III, la FUE

Publicado el 04/01/2022

La Fundación Urrutia Elejalde (FUE) es una pieza importante de esa posible obra póstuma que trato de pergeñar. En cuanto a su lugar en el tiempo parece claro que podría haberla comentado en el primer decenio pues su nacimiento, al que dedico la última entrada de esa época, así como sus primeras andanzas, ocurrieron años antes de ese juicio a mi honradez al que me he referido con cierta amplitud.

De hecho el juez Garzón parecía sospechar, ya en este segundo decenio, que su existencia no era más que una cobertura de mis dineros negros. A fin de disipar su sospecha tuve que contarle todas sus actividades en todos sus detalles. No quiero volver a hacerlo ahora de manera que prefiero poner más énfasis en cómo su mera existencia y su localización física me ayudaron mucho a sobrellevar el horror de ser un tipo imputado durante años, en los que tuvo que presentarse a un juzgado local cada vez que pasaba cierto tiempo fuera de su resistencia habitual en Madrid.

Si bien los primeros dos años o así los trabajos que yo realizaba para la FUE los llevaba a cabo en la oficina en la que trabajaba en ese momento, fuera esta la mía habitual en la Carlos III o la esporádica en Expansión, llegó un momento en el que me pareció imprescindible que tuviera una oficina propia. Así que me lancé a la búsqueda de un local adecuado. Dada mi situación aposté por un bajo amplio en el barrio de Chamberí a una distancia de mi residencia muy razonable y cerca de todo lo que necesitaba, desde librerías y papelerías hasta restaurantes más o menos asequibles.

Era más amplio de lo que yo necesitaba de modo que no solo podía dormir en esta especie de bajo en una calle nada ruidosa, sino que además por allí pasaron mis hijos en un momento u otro en el comienzo de sus carreras y no pocos amigos en momentos de conveniencia o necesidad. Estaba cerca del edificio de la Castellana en el que estaba montada Expansión, de modo que yo podía decidir sobre la marcha donde acudir a primera hora de la mañana.

Las primeras actividades de esta Fundación cumplieron con su objetivo fundacional de explorar los fundamentos de la teoría económica, lo que me llevó a tratar de introducir estudios metodológicos en el tercer ciclo de Económicas en la Carlos III en los que yo intervine así como otros profesores externos con los que poco a poco la FUE colaboró en otras muchas de sus actividades.

Así mismo la FUE dotó becas para estudiantes de tercer ciclo interesados en metodología con relativo éxito. Y desde el principio también invitó a expertos en esta materia poco conocida en general. Más específicamente se fue centrando en la organización de una escuela de verano todos los años a la que sí consiguió atraer personas de la profesión muy interesantes, comenzando el primer verano en Venecia por contar nada menos que con Amartia Sen, ya premio Nobel, que accedió a acudir en vista de los otros muchos expertos que acudieron.

Poco a poco las cuentas se fueron resintiendo de mi falta de austeridad y la actividad de la Fundación se fue remodelando hacia un plan genérico de reuniones en su sede con invitados prestos a hablar y a escuchar, y la universidad de verano se trasladó a San Sebastián con un enorme éxito.

Sin embargo, pronto el esfuerzo fundamental se fue reconduciendo a las conversaciones semanales en la sede de la Fundación, que causaron una extensión de su fama, de forma que los temas de esas conversaciones semitécnicas se fueron sofisticando y llegó un momento en el que incluso tuvimos que limitar el aforo.