Siempre llega el final de cualquier cosa y no digamos de un viaje o una estancia fuera del domicilio familiar. Pero no siempre llega de una forma como oficial, acompañada de lluvia y una bajada de temperatura tal como ha sido el caso esta vez en Foixà. Si en general este pueblo ampurdanés es silencioso, especialmente alrededor de la Iglesia, un día de esos del final de la primavera no hay nadie por la calle y el sonido de los pájaros se ahoga por los golpecitos sobre los adoquines de las gotas de lluvia.
Muchos pensarán que un día así es totalmente adecuado para ponerse a escribir sin prisa y con mucha concentración. Sin embargo si uno se imagina toda una temporada así no está claro que ese ambiente sea el adecuado para la inspiración pues lo que se siente se come todo lo que uno podría imaginar. No hay manera de cumplir el paseo relajante e inspirador, tampoco cabe la salida en coche a un pueblo colindante para hacerse con caprichos culinarios y, mucho menos, parece apetecible nadar largo tras largo en una piscina expuesta al viento y a la lluvia.
Apetecerá más bien compartir el aislamiento con alguna familia vecina compuesta de varias generaciones, con abuelos trabajadores del campo, con sus hijos que se ganan la vida ejerciendo tareas necesarias en un entorno como este, como son la jardinería o los arreglitos eléctricos y con nietos que son los únicos que se entretienen con aparatos electrónicos. En este entorno la posible conversación se acabaría enseguida y no sería posible el renunciar al deseo por una hija joven que se acerca muy de vez en cuando desde alguna capital cercana con universidad o academia en la que hacerse con conocimientos suficientes para...lo que fuera.
Solo cabría utilizar el automóvil, del que no se puede prescindir, para acercarse a Girona capital y tratar de encontrar entrada para un cine en el que se proyecte una película atractiva. Pero este arreglo de la soledad tiene un peligro para alguien como yo puesto que el atractivo de la película puede consistir en el desarrollo de una vida de los protagonista que entre en contradicción con mi deseo de cerrar la mía con una obra, literaria o no, que la corone con un toque mágico.
Ante una perspectiva como esta, no parece descabellado dar por terminada la estancia en este posible lugar de aislamiento y no parar la huida en Girona y continuarla hacia Madrid o Euzkadi. Habrá que decidirlo en Zaragoza con tiempos suficiente para llegar a uno u otro destino.