Another brick in the wall

Publicado el 03/10/2010

Ya he vuelto de la jornada anual de Saviálogos. Ha sido, como siempre, una agradable reunión para dedicar unas horas a un tema prefijado. En mi mesa de este año tocaba discutir sobre Educación en un mundo cambiante y hacerlo junto a amigos y expertos meditando en voz alta sobre las modificaciones que posiblemente hay que realizar a fin de adecuar esa Educacíón a un mundo que después de la crisis ya no será el mismo y no solo por los efectos de la crisis, sino también por la deriva general que llevan, desde hace años, las relaciones sociales como consecuencia de las transformaciones tecnológicas. Las ideas brotaban solas. Pero a lo largo de las sesiones de jueves y viernes creí detectar una leve tensión entre la tentación del ejercicio de la autoridad y la confianza en la evolución sosegada de las instituciones, actitudes y maneras hacia una nueva forma de respeto y etiqueta. Solo se me ocurrió al final; pero de repente recordé lo mucho que dolía antaño la autoridad arbitraria. Hasta el punto que adoptamos como casi un himno generacional aquella maravillosa canción de Pink Floyd que se titulaba Another Brick in the Wall y que decía así:

We don’t need no education We don´tt need no thought control No dark sarcasm in the classroom Teachers leave them kids alone Hey! Teachers! Leave them kids alone! All in all it’s just another brick in the wall. All in all you’re just another brick in the wall.

Y ese espíritu libertario fue práctica habitual de mi generación, Nuestro hijo Rafael pintaba con total libertad las paredes blancas de nuestra casita de Grandview Av. en Boulder. La rememoración de aquellos tiempos me lleva, por alguna conexión misteriosa, al pasado día 29, día de la huelga general. El día anterior El Roto nos pedía en El País que escribiéramos la razón que cada uno teníamos para ir a la huelga al día siguiente. El día 29 ese artista libre y genial dibujaba su mesa con un cuaderno de dibujo en blanco y un lápiz en huelga frente a una pared en la que colgaba un aviso de que él sí estaba en huelga.

Busco esa viñeta en los archivos de El País y ha desaparecido. Quizá piensan los responsables que no hay nada ahí. Y sin embargo hay todo un lío. En primer lugar su nadar y guardar la ropa pues sí publica como tiene contratado, pero en cierto sentido no publica. Es esta ambivalencia extraña en alguien tan libre la que me hace relacionar su actitud con la inevitable aspecto domesticador de la educación. No nos atrevemos a romper nuestras obligaciones aunque sabemos que son nuestras cadenas.