Tengo que salir de esta paranoia y para ello nada mejor que la compra de ropa. Suelo comprar camisas cuando no me siento bien, pero esta vez he creido que me vendría bien rejuvenecer mi parque de bañadores. He mirado la etiqueta del bañador Tetris, comprado en Marbella hace unos quince oños, y la talla es XXL. Ya no ocupo tanto y creo que el envío del de neopreno no es quizá sino el aviso cariñoso de un amigo diciendo que me ponga al día.
Así que me compro una docenita de ellos y me pongo el de tomates con cordón umbilical verde y fondo rojo. Sería, creo, el bañador 7 y, para animarnos, compramos una botella de vino blanco del Penedès y una tableta de chocolate y nos vamos a la Gola a pesar de la tramontana.
Tramontana, salitre, chocolate y un bello atardecer contemplando las surrealistas islas Medas me hunden en un sueño profundo.
Marisa y yo, otra vez "encerrados fuera" acabamos con el viacrucis de pedir habitación en diversas casas rurales y hoteles acercándonos a Herr Kan en solicitud de asilo. Esta residencia canina resulta estar regentada por Marlene vestida de trapecista. Todos los perros que están a la vista son pastores alemanes lo que por alguna razón nos inquieta. Pero nos sale a cuenta y hasta podemos encargar la cena a Can Quel, Butifarra de perol y avestruz que se avienen a traernos hasta esta perrera después de alguna discusión.
Nuestra jaula está entre la de pistófilo y creditófago. Son dos pastores alemanes pero muy bien educados. Rechazan la butifarra y el avestruz a pesar de que nosotros sí que hemos aceptado el refrigerio que les ha traído Marlene. Nos hablan, en alemán y hasta bien entrada la noche, de los otros perros alli hospedados.
Cuando ya empieza a hacer frío me despierto y me veo todo pringado de salsa de tomate. Estos bañadores que he comprado en el mercadillo de Palafrugell no son genuinos. Deben ser una imitación y resulta que los tomates se han espachurrado.
Yo me zambullo en el agua; pero ¿quién arregla el bañador?