Publicado el 31 de mayo de 2016
Su tren salía bastante antes que el de Mercedes así que Juan se levantó con sigilo y se adecentó sin hacer ningún ruido innececesario para salir sin despertarle, pagar en recepción, pues la caja estaba todavía cerrada, y tomar un taxi a la estación en donde tuvo tiempo de desayunar algo ligero y prepararse para, una vez arrancara el tren, soñar despierto con la cabeza pegada al cristal y dejando que la imaginación despertara con el día, se adueñara de su mente y le permitiera tratar de ordenar las ideas todavía calientes de la noche pasada. Pero la imaginación es libre y sigue los caminos que realmente le interesan aunque crea que éstos son otros. Le hubiera interesado imaginarse su vida con Machalen como supongo fue la de Nietzsche con Cosima, siempre deseosos de abrazarse, pero sin llegar nunca a hacerlo debido a que ese impulso fue siempre reprimido por presuntos e importantísimos problemas intelectuales.