Mi nuevo amigo
Almuerzo tras almuerzo fuí descubriendo una cierta afinidad entre Ramón y yo a pesar de las enormes diferencias en la forma de expresarnos ya fuera en el tono de voz, que yo nunca levantada acostumbrado como estaba a tratar de no llamar la atención y pasar desapercibido, ya fuera en la duración del turno de palabra autoconcedido e implícitamente limitado por la dinámica impuesta por la necesidad de masticar. No se si los demás colegas lo notaron inmediatamente, pero a mí me parecía obvio que en la mayoría de los temas, siempre de interés inmediato, coincidíamos no tanto en la toma de postura como en el tipo de argumentos esgrimidos. A medida que transcurría el primer curso juntos en la misma universidad nuestra cercanía fue incrementándose e intercambiamos partes significativas de nuestra formación, inventada la mía en buena parte como la de un chico de clase media y laica con una enorme ira contra el centralismo que había permitido a Ramón aprovecharse de muchas fuentes de financiación, inaccesibles a los periféricos, e ingresar en el programa de una Universidad americana de las casi top y, en todo caso, más reputada que aquella en la que yo sí que había de verdad obtenido mi Ph.D.