Publicado el 19 de agosto de 2015
No todos los veranos son iguales, incluso cuando transcurren en el mismo lugar, quizá porque nosotros no somos los mismos ni un breve espacio de tiempo. Desde que venimos a Foixà como jubilados en julio y agosto yo he seguido año tras año una misma rutina consistente en venir a mediados de julio con una maleta llena de esos libros que en el momento me parece que son los que me toca leer, sea porque contienen obras literarias con las que no he tenido tiempo de meterme en serio, sea porque se trata de ideas de teoría económica enviadas por amigos en activo y que me gustaría degustar, o sea porque son best sellers que solo cuando dispongo de mucho tiempo estoy dispuesto a hojear, bien para disfrutar, bien para tirar a la basura. A pesar que mi actitud es más bien pasiva y mi intención es disfrutar de lo que otros han escrito, hasta este verano me las he arreglado para mantener el blog activo e incluso a atreverme con pequeños relatos de ficción como aquellos que escribí sobre mis bañadores pasados de moda, sobre la aparente persecución de la que fui objeto por parte de la marca de automóviles Skoda o sobre la residencia canina Herr Kan.