Publicado el 7 de septiembre de 2014
Hace poco Vila-Matas comentaba en El País la publicación en París del primer volumen en francés de las cartas de Samuel Beckett que presentan «las dudas de un artista incipiente que se va desembarazando de los dogmas más manoseados, y lo hace con su atracción por el silencio, pero también con su tendencia a ir hacia la palabra aun a sabiendas de que «no hay narración, todo es falso, no hay nadie, no hay nada»». Rafa cita a Joyce y el Retrato del Artista Adolescente como un precedente del despojamiento beckettiano, e Itziar parece degustar la idea de llegar al límite de la no pertenencia: ni a una familia ni a una patria, ni a una lengua ni a nada de nada. A Marisa eso le ha recordado a su marido, al que llama un «dimisionario en cadena», lo que tiene algo de cierto y, en cuanto a mí, me limito a recordar a la individuación por la pertenencia, el articulo publicado en Energeia hace relativamente poco tiempo a pesar de haber sido escrito hace bastantes años y que trataba de poner de manifiesto que no hay manera de ser un individuo auténtico sin poder renunciar sucesivamente a distintas formas de pertenencia.