Todo lo interesante es un punto de silla
A finales de los años 80 acudía a menudo a una reunión que, convocada por J.A Sánchez Asiaín, se celebraba en la torre del entonces Banco de Bilbao y que reunía a un grupo de personas de distintos ámbitos para desentrañar los secretos de un futuro que, en aquellos años, no parecía muy halagüeño. Yo, catedrático en ejercicio a la sazón me sentía como un joven turco y no tuve inconveniente alguno en encargarme en preparar un papel con el pretencioso título que encabeza esta columna. En palabras menos pretenciosas lo que yo quería explicar era que cuando el horizonte económico no está claro, lo que siempre ocurre después de una crisis, no hay más remedio que intervenir y que el acierto de la intervención se mide por la oportunidad del momento en que se efectúa y por la magnitud de la misma.