Esta obra póstuma que tanto me aturulla debe ser escrita y pensada en diversos lugares tal como ya he dicho y escrito, identificando cada uno de ellos por un conjunto de razones diversas sugeridas por lo que llamaba yo su olor. Pero esta idea no me resulta definitiva a la hora de decidir el lugar físico donde debería establecer mi lugar de trabajo. Hay otra cuestión que resulta casi definitiva del todo. Se trata de llevar a su límite mi gusto por los bajos o los semisótanos.
Esta verdad eliminaría el Ampurdán casi totalmente, con la excepción de unas semanas de ese verano en el que las posibles compañías familiares me distraerían de mi tarea. Así que he de distribuir mi tiempo entre Madrid y Bilbao, cosa que no me complace del todo pues en cuanto a semisótanos o bajos Madrid exhibe una ventaja excesiva y desproporcionada respecto a mi verdadero lugar propio que se encontraría, claro está, en mi edificio de Arquitectura Espiritual que, en su día, ya describí con detalle y que nada tiene que ver con los semisótanos o con los bajos convencionales.
En cuanto a semisótanos he de tratar de entender que lo que yo necesito es justamente ese lugar pequeño con poca luz que no llama a nada excepto a trabajar. Me veo saliendo a dar la vuelta a la manzana muy pronto por la mañana justo después de desayunar, caminando un par de kilómetros para acceder a ese pequeño restaurante en el que almuerzo todos los días sin ningún capricho y terminando de cumplir con mis cuatro kilómetros de camino al día saliendo ya de noche a perderme controladamente.
Sin embargo esta ventaja de un semisótano es imposible de aprovechar en la elaboración de mi obra póstuma pues a este fin necesito contar con todos los libros y papeles personales acumulados en infinitud de cajas de cartón y que no cabrían en un único semisótano, de forma que me parece claro que buena pare de mi tiempo ha de consistir en alquilar varios semisótanos minúsculos y especializados, con lo que ya me veo a mi mismo yendo de un semisótano a otro según sea la necesidad de escritura en un momento u otro.
En resumidas cuentas me parece obvio que tanto en Bilbao como en Madrid tengo que contar con tres semisótanos alquilados, cada uno de los cuales guardará los materiales apropiados para los temas personales o de autoría de un tipo u otro. Y esto, a efectos prácticos, exigirá que cada uno de estos habitáculos cuente con elementos de limpieza y ropa suficientes para poder moverme entre ellos sin dificultad ninguna.