Releo con cierto cuidado las dos entradas sobre posibles semisótanos en Madrid, en Lavapiés y en Arturo Soria que he elegido ya como las adecuadas para formar parte de la lista definitiva y cuya primera versión ya tengo publicada en el caso de Arturo Soria y simplemente redactada en el de Lavapiés y siento algo raro, por lo que he dedicado cierto tiempo a compararlas con las escritas y publicadas sobre el mismo asunto en Bilbao. Si bien estas dos últimas aportaciones al caso de Madrid contienen, en algún sentido, la claves de su elección, estas claves son más bien turísticas que rememorativas de manera que, a fin de construir mi obra póstuma, ésta no debería tener nada de nostalgia del pasado y sí todo de exploración del futuro inmediato, cosa imposible pues este presunto autor de esa obra post mortem no explora sus posibilidades de supervivencia que habrían de ser muy inmediatas.
Esto no ha de entenderse como una afirmación de lo extraño que se me hace Madrid después de 32 años establecido en esta villa en dos direcciones de las afueras y finalmente en esta dirección desde la que ahora escribo. En efecto, esos años han servido como para atesorar recuerdos tanto profesionales como personales y para estar deseando examinarlos en todas las direcciones posibles de forma que contribuyan a delinear una figura que me gustaría calibrar como merecedora o no de ser descrita y analizada.
He sido un dedicado investigador científico, delineador de instituciones, banquero y, en cierto sentido, animador cultural a través de trabajos intelectuales adaptados al modelo de publicaciones imperantes a la sazón en esa área, más o menos duraderas, y de periodicidad variada aunque casi siempre menor de aquella a la que yo estaba acostumbrado en el área científica. En mi mente, tanto Lavapiés como Arturo Soria me parecen más cercanas a esa iniciación en el campo cultural (que yo había ya comenzado en Bilbao) que el que constituyó para mí el campus universitario de la Carlos III en Getafe. De ahí que elegí esos dos lugares en Madrid como posibles bases para mis semisótanos que me ayudaran a reconstruir ese aspecto de mi creatividad cultural. En cuanto al tercero que quiero singularizar ha de ser el de la calle Fortuny, pues en él se centran aspectos de mi propia vida ya que me encerraba en el número 34 de esa calle donde estuvo localizada la Fundación Urrutia Elejalde hasta su desaparición y en donde yo trabajaba todos los días a fin de ir acabando muchos de mis proyectos científicos e intelectuales o culturales.
En cuanto al semisótano de Arturo Soria me gustaría que siga apareciendo tal como ya ha sido publicado pues, aunque no estoy del todo seguro, creo recordar que quizá en algún momento de esos años malos en los que no sabía cómo organizar mi vida asenté mis reales muy brevemente en ese barrio. Respecto al semisótano de Lavapiés debe de ser repensado y, en consecuencia reescrito antes de ser publicado, pues las escasas referencias a mis posibles experiencias en ese barrio no reflejan bien muchos de lo contactos y experiencias que realmente viví en él.