Despejado el nudo de Soñando Monstruos ahora toca entrar en el desenlace que no tiene nada de obvio.
Primero un intermedio para destacar algo que debe ser destacado y anunciar la sorpresa que nos depará el desenlace.
***Esta glosa del nudo de Monstruos no puede hacer justicia a la escritura de Vicente Serrano que, además de traslucir como sin esfuerzo un castellano impecable que ya detecté en Nihilismo y Modernidad, resulta consoladora para aquellos que, no estando familiarizados con los conceptos más abstractos, nos sentimos como faltos de algún mineral necesario apara la vida. Pero por debajo de la dulzura del lenguaje de Vicente subyace una implacable persecución de la comprensión de la verdad y es ahí donde en el Epílogo me deja perplejo.
Y ahora entrar en el verdadero epílogo.
3. El desenlace
El desenlace de esta narración nos deja como el de cualquier buena narración “bajo la lona del circo perplejos”. Cuando creíamos haber encontrado un buen broche para cerrar y sellar algo que fuera lo más cercano posible a una certidumbre que sabiéndose falsa parece cercana a una inteligente recomendación del alma posmoderna, Vicente nos despierta con un codazo desabrido. *Se trata de Rorty, nuestro héroe, el que es capaz de encontrarse cómodo en el reflejo sin fin de los espejos en los espejos, el que rechaza los fáciles consuelos de los que se ocultan en la ciencia, el que encuentra sitio para conjugar la individualidad y la comunidad, el que agavilla al Continental hermenéutico , al Anglosajón analista del discurso y al Americano pragmatista, el que con su salud insultante nos avergüenza un poco a los enfermos del aparato respiratorio que braceamos como peces recién sacados de la mar de la mente compleja y no sabemos respirar al aire libre y limpio que nos permitiría una vida en común llena de jovialidad.
**Es mi héroe, el que mejor construye los ladrillos que tapan las grietas de un edificio, la Modernidad, que digamos lo que digamos todos sabemos que se derrumba y nos deja a la intemperie. La clave de esa admiración que yo siento por él y de mi entrega a su recuerdo es que, a pesar de que nos ahogamos en nuestra subjetivación individual, tenemos salvación si sabemos construir un nosotros fratricial. Oigámosle: “Nosotros, los herederos de la Ilustración, pensamos que los enemigos de la democracia liberal, como Nietzsche o San Ignacio de Loyola, están locos, por decirlo con palabras de Rawls. Y ello sucede porque no hay manera de considerarlos conciudadanos de nuestra democracia constitucional, como individuos cuyos proyectos vitales podrían, con un poco de ingenio y buena voluntad, adaptarse a los demás ciudadanos. No es que sean locos por haber comprendido mal la naturaleza ahistórica del ser humano. Lo son porque los límites de la salud mental son fijados por aquellos que NOSOTROS podemos tomar en serio. Y esto, a su vez, es determinado por nuestra educación y por nuestra situación historia”. He aquí la famosa “primacía de la democracia sobre la filosofía”. Y es aquí, me atrevería a aventurar, donde comienza la discusión creativa con Vicente justo ahora que se marcha otra vez.
***A Vicente, creo entender, esta solución le parece una más de las muchas que nos ha presentado, todas falsas porque no hay solución, pero todas dignas de aprecio intelectual por un lado y expresivas de un self-respect que no creo encuentre en la de Rorty. La manera que tiene el elegante Vicente de trasladarnos su impresión de Rorty como un seminarista en asueto o como un boy -scout amante de las cumbres puras llenas de edelweises y que traiciona la jovialidad nietzschiana, es destacar la preferencia que muestra Rorty por Derrida sobre Foucault porque el argelino de cabellera imperial no está dispuesto a seguir enredado en el “discurso sobre discurso” del calvorota francés.