Publicado el 18 de diciembre de 2010
Habría fruncido el ceño sin abandonar la sonrisa y habría desgranado pausadamente las razones por las cuales ni era vanidosa, a pesar de que estaba orgullosa de algunos de sus logros, ni era solitaria, pues disfrutaba de la compañía de los muchos amigos y amigas que atesoraba, ni peleaba mas allá de lo que su sentido de la verdad le exigía. Como siempre hubiera tenido razón y, sin embargo, la profunda huella que ha dejado entre amigos, profesores, colegas y alumnos no es del todo independiente de su particular manera, sin duda heredera de su castellanía vieja familiar, de compartir éxitos, de emprender aventuras o de pelear por lo que era su firme y razonada creencia. Y en una especie de lección a modo de testamento se ha marchado sola, a los 52 años, sin concesiones, sin querer dar pena, rodeada sólo de sus padres, hermana y sobrinos y sin dejar que viéramos por última vez su rostro lleno de la luz y de la belleza de la inteligencia.