Dos días de reflexión
Dormí mal y poco (yo Juan) y desperté con bastante angustia. Para no dejarme amilanar decidí repensar mis ideas y, al tiempo, pensé que sería bueno comunicárselas a Marian, a quien tenía a mi lado en el entresuelo de la calle del Doctor Velasco y que era psicológa. Me levanté silenciosamente y, mientras me tomaba una taza de leche con parsimonia, pensé que mis argumentos se reducían a dos: mi desprecio por la propiedad intelectual y el deseo, que nunca me abandona, de hacer algo sonado que me sacara de la mediocridad en la yo creía moverme.